Rodeados por el fuego
Hay que dejar de improvisar y abordar de forma adecuada el resguardo del patrimonio, infraestructura y la vida de nuestros ciudadanos
Escribo esto desde Guarilihue, en la región de Ñuble, Chile. En medio de los incendios forestales que afectan esta zona, Coelemu, Chillán, Quillón y varios otros sectores.
Oficialmente, mis vacaciones comienzan mañana, tengo la ventaja de poder práctica el nomadismo digital, y durante el último año he pasado una considerable cantidad de tiempo trabajando remoto desde acá. Se puede sin problemas, porque contamos con la infraestructura de comunicaciones para hacerlo.
Pero sobre la tranquilidad del periodo de descanso estival se despliega una sombra. La inversión, el tiempo, las nuevas experiencias que hemos acumulado con mi familia en este hermoso lugar, corren peligro por los incendios forestales.
Hace unos días circulaba por los grupos de WhatsApp un llamado para que no hiciesen trabajos con maquinarias durante estos calurosos días, por el peligro que una chispa puede generar, con tanto pastizal seco. Yo pensaba en lo poco efectiva que es esa comunicación, mientras escuchaba a lo lejos las sierras eléctricas y otras maquinarias recorriendo las plantaciones de pinos y eucaliptos típicos de esta zona.
Esa comunicación sin efecto es solo un síntoma del problema. Los bomberos no tienen recursos, capacidades ni tampoco tienen como misión principal la extinción de incendios forestales. Hay brigadas privadas de las empresas forestales y uno que otro helicóptero o avión. Pero no mucho más. Durante la noche el combate al fuego se detiene, y sigue avanzando en la oscuridad, porque no hay recursos.
El combate al fuego siempre me ha parecido precario en mi país. Tenemos esa idea romántica de los bomberos voluntarios, pero esa es una trampa, porque por defender esa idea el estado se ha desligado de su responsabilidad. En casi todas partes del mundo los bomberos son profesionales, tienen autoridad y realizan labores de prevención, regulación y control para evitar incendios. No niego que los bomberos chilenos hacen un gran trabajo, y tienen un entrenamiento profesional, pero deberían dejar de estar mendigando los fines de semana para poder adquirir los recursos que necesitan.
Estamos discutiendo la seguridad de la infraestructura crítica y si las fuerzas armadas deben o no involucrarse en la protección de la misma. Sin embargo, fallamos en el resguardo de la infraestructura básica.
Hace unos años dependimos de la caridad de una familia multimillonaria para financiar el arriendo de un avión para apagar los incendios que asolaron la región de Bío Bío, y después de eso no aprendimos nada. No se ve que se haya invertido ni avanzado en nada.
Porque siempre confiamos en el heroísmo de los bomberos voluntarios, y la caridad de los superricos para que arrienden un “Super-Tanker”.
Basta de esa mentalidad, es hora de que pensemos la seguridad de la forma correcta y profesional, de tener una estrategia seria de resguardo de la infraestructura y de la vida.