Razonamiento Impulsivo
Si usted no sabe que Desdémona es un personaje de una importante obra de Shakespeare corre el riesgo de ser tildado de inculto, sin embargo, no saberlo no provoca grandes problemas. Ahora, si usted no entiende lo que lee, entonces su problema es más grave, esto es lo que se llama analfabetismo funcional, un problema muy extendido en nuestro país según algunos estudios.
Si usted no sabe que significa el número PI, entonces usted está en la misma situación del que no conoce las obras del Bardo Inglés. Pero si no es capaz de calcular el área de su terraza, entonces corre el peligro que termine comprando más baldosas de las necesarias, o que un maestro le cobre más caro por el trabajo de hermosear su jardín.
Esto último se conoce como anumerismo, un término del que me hice conciente después de leer los excelentes libros del matemático inglés John Allen Paulos, de quién sugiero leer El Hombre Anumérico, un clásico para entender este problema.
Mi reciente crítica al error del Senador Girardi va en ese sentido, en un tono sarcástico, por supuesto[*].
No estoy criticando al senador, sino que quiero destacar cómo pasan tantas muestras de anumerismo ante nuestros ojos, y nadie se asombra, porque la mayoría no entiende de números, lo que considero una falla grave en la formación intelectual y cultural de las personas.
Se dice que la inteligencia es la pariente pobre del entendimiento, y cada día me queda más claro que eso es verdad. Hay una tercera traba que se encuentra en medio del mundo de las letras y de los números, que es lo que voy a llamar la disfuncionalidad lógica, o también podemos llamar razonamiento impulsivo.
Por alguna razón sacamos conclusiones en base a nuestros sentimientos, o impresiones de las persona, más que de los actos en si mismos. Todos hacemos esto, es cierto, “si alguien me cae mal, entonces todo lo que esta persona diga pasa a ser falso”.
Yo tengo que hacer un mea culpa en este sentido, he criticado a muchas personas por sus actos, y los he enjuiciado a tal grado de no querer aceptar los aspectos verdaderos de sus intervenciones.
Esto es lo que pasó con Carlos Osorio en su reciente artículo en Que Pasa, a tal grado, que ha enviado un comentario aclaratorio a varios blogs por sus dichos, reconociendo haber escrito desde la rabia.
En este caso particular, el hecho de que el comentario haya sido copiado tal cual en distintos blogs hace que pierda fuerza y deja una sensación extraña, algo incomoda, es casi como si un robot lo hubiera generado, o que fuera un intento de no quedar mal con nadie.
Lo malo es que las consecuencias de nuestros actos impulsivos son dificiles de revertir, “lo dicho, dicho está”, y hay que asumir. Debemos evitar caer en el error más adelante. Pedir disculpas no parece suficiente, entonces debemos hacer más, y eso depende de cada cual.
[*] A propósito, alguien ha sugerido que debería haber un tag o elemento en html para marcar el tono irónico, pero mientras eso no exista tendremos que confiar en la inteligencia de nuestros lectores.