El problema con la Razón
En nuestro escudo nacional se lee la frase: “Por la Razón o la Fuerza”, esta frase incorporada durante el gobierno de José Joaquín Prieto, estableció la primacía de la Razón en la vida colectiva. Si esta es violentada, si el derecho es violentado, este puede ser re establecido mediante el uso de la fuerza.
Cuando hablamos de La Razón, lo hacemos sobre un concepto originado durante la Era de la Ilustración(siglos XVII y XVIII). Esencialmente el concepto de La Razón tal como fue planteado por los grandes filósofos y políticos de esos tiempos, concepto que fue la base de la fundación de las repúblicas y democracias a fines del siglo XVIII y comienzo del XIX. La razón, nos comenta George Lakoff1, se asumía que debía ser:
Consciente: sabemos lo que pensamos.
Universal: es la misma para todos.
Incorpórea, es independiente del cuerpo, las percepciones y las acciones.
Libre de emociones, y de pasiones.
Neutra con respecto a los valores, misma razón aplica independiente de sus valores.
Basada en los intereses, sirve a los intereses de uno.
Literal, capaz de ajustarse a un mundo objetivo en forma precisa, con la lógica de la mente capaz de ajustar la lógica del mundo.
Lo lamentable, y algo de esto hemos visto en los últimos posts, es que todos esos atributos sobre la razón son falsos.
Los resultados de las ciencias cognitivas de las últimas tres décadas han mostrado que muchas de estas cosas no se dan.
En los últimos años las ciencias cognitivas ha descubierto que:
Más del 90% del razonamiento se produce a nivel inconsciente.
No todos razonamos de la misma manera, hay diferencias que se dan por nuestra conformación física.
De hecho, pensamos con nuestras neuronas, esto parece evidente, pero en el siglo xviii el dualismo cartesiano era un paradigma muy importante, pero es errado, pensamos con nuestro cuerpo.
Lo que nos lleva a que la razón tampoco está separada de la pasión y las emociones. Razonamos con nuestros sentimientos, es un engaño pretender de que al razonar no debamos poner nuestros sentimientos como parte de nuestra argumentación. Antonio Damasio, en su libro “El Error de Descartes”2, muestra como las personas que han sufrido daño cerebral en las áreas que tienen que ver con las emociones son incapaces de razonar adecuadamente.
Y como las emociones se involucran en nuestro modo de pensar, los valores son importantes para nosotros cuando razonamos.
Hemos visto varios ejemplos de que nuestras elecciones muchas veces no se alinean con nuestros intereses personales, y elegimos cosas que van en contra de nuestros intereses “racionales”.
El mundo es complejo, hemos visto que el sentido común es suceptible a auto engaños, a razonamientos circulares, hay motivaciones ocultas y es muy dificil describir cómo actúan las personas.
En palabras de Antonio Damasio:
“Así, en términos anatómicos y funcionales, es posible que exista un hilo conductor que conecte razón con sentimientos y cuerpo. Es como si estuviéramos poseídos por una [pasión de razonar]{.underline}, como si nos llevara al razonamiento un impulso originado en las profundidades del cerebro y que, impregnando otros niveles del sistema nervioso, emergiera bajo forma de sentimientos o sesgos no conscientes para guiar la toma de decisiones.”
El “pienso luego soy” de Descartes queda invalidado. “Somos y después pensamos, y pensamos sólo en la medida que somos, porque las estructuras y operaciones del ser causan el pensamiento.”
Así que el concepto de Razón, de lo racional, debe cambiar. Todos los comportamientos que hemos analizado en anteriores artículos que nos parecen irracionales, lo parecen porque nuestra definición de la Razón está equivocada, no está de acuerdo a la realidad científica, a la evidencia de las ciencias cognitivas. No es que seamos irracionales, como sugirió algún comentarista, sino que nuestra idea de lo que es racional se basa en un principio anticuado y que no tienen nada que ver con nosotros. Así como superamos en algún momento la física aristotélica, y desde Galileo ya no aceptamos antiguos paradigmas que explicaban el mundo físico, debemos dar el mismo paso en el mundo de la sociología y la sicología, de la manos de los investigadores modernos de las ciencias cognitivas.
Esto es importante, porque tiene implicancias incluso en el ámbito político. E George Lakoff nos advierte que los conservadores radicales han estado peleando una guerra cultural, y el campo principal es el cerebro. Su meta es cambiarlo todo para que se ajuste a la visión del mundo conservadora. Los valores progresistas, centrados en la igualdad, los derechos humanos, la responsabilidad social, y la inclusión de todos están bajo amenaza. Y los progresistas han, sin saber por qué, dado a los conservadores una enorme ventaja en esta guerra cultural. Los valores de la familia patriarcal han sido proyectados en la sociedad, la supremacía de la religión y el mercado por sobre la libertad y la solidaridad.
Los progresistas han aceptado la antigua visión de la razón, esa visión nacida en la Época de La Ilustración. De acuerdo a George Lakoff, los progresistas han cedido el control de la mente política a los conservadores. La teoría de la razón de acuerdo a los principios de la Ilustración, a pesar de que se ha demostrado falsa, persiste, y esto tiene efectos negativos, porque:
Entrega una visión engañosa de las ideologías políticas y cómo piensan los votantes.
Oculta al público y a la prensa mucho de cómo es el conservadurismo contemporáneo y lo que está tratando de hacer.
Oculta los asuntos más importantes.
Mantiene a los progresistas lejos de la articulación consciente de su visión moral y de una visión moral de gobierno.
Forma las bases del pensamiento neoliberal, el cual lleva, demasiado a menudo, a los progresistas a rendir sus ideales sin siquiera llegar a enunciarlos.
Y vuelve a los progresistas y neoliberales en inefectivos.
Todo esto lo resume Lakoff en una frase:
“No se puede entender la política del siglo veintiuno con un cerebro del siglo dieciocho.”
Así que es el momento de re plantearnos toda nuestra noción de razón y de ahí nuestro actuar político, porque hemos visto que se basa en conceptos que están atrasados y son erróneos. Nuestro concepto de razón debe cambiar.
Notas:
The Political Mind, George Lakoff. ↩︎
El Error de Descartes, Antonio Damasio, Editorial Andrés Bello, 1997 página 273. ↩︎