Educador
Admiro a mi hermano. Si hay una palabra que lo defina es Educador. Cuando descubrió su vocación, proceso que tuve la suerte de observar, pensé que el aula de una escuela le quedaría chica.
Nuestro padre nos dijo en su lecho de muerte que la herencia que nos dejaba era nuestra educación. Para él, esto era lo más importante que se puede dejar como legado a los hijos.
Mi padre también era un educador, lo era en todo momento, incluso cuando tuvo que dejar de serlo formalmente. Esa era su esencia. Al igual que mi hermano, a mi papá lo definías con la misma palabra: Educador.
Y eso es lo que en estos momentos está haciendo mi hermano con Antofagasta, la ciudad en la que se radicó para realizar su vocación. Mi hermano no está en una cruzada ambientalista, política, antisistémica o tratando de despertar a la Ciudad Dormida.
Mi hermano está haciendo lo que ha hecho toda su vida, educando a sus conciudadanos y las empresas mineras. Les está mostrando que hay maneras de hacer lo correcto. Que el desarrollo económico no puede ir por sobre la salud de las personas, porque esta última es invaluable.
Con este video empezó todo:
Un hashtag en redes sociales: #estepolvotemata, es el inicio de la campaña de mi hermano para mostrar el efecto negativo que tiene la forma en que se transporta y manipula el concentrado de cobre en el puerto de Antofagasta.
Déjenme contarles algo, una nota sobre la estupidez de todo este proceso que termina afectando a mi hermano.
Hace muchos años escuché a un hombre decir que nosotros los chilenos somos unos estúpidos, porque exportábamos lingotes de cobre a países extranjeros para después comprarles alambre de cobre a esos mismos países.
Resulta que ahora ya ni siquiera exportamos los lingotes, ahora estamos sacando fuera del país el concentrado, que es apenas un poco más que la tierra extraída, que si bien contiene una gran concentración de cobre, incluye otros minerales, como oro, molibdeno y plata. El complejo proceso refinador de la gran minería, ese que agrega valor, se pierde en estas nuevas mineras que se instalan en el norte de mi país.
Es tan bueno el precio que alcanzó el cobre en el último tiempo que la idea es venderlo en el lapso más breve y sacarlo al extranjero al menor costo posible. Costo que no paga la minera, costo que se paga con peor calidad de vida para los que no participan de este rentable negocio.
Como decía el Chavo del Ocho, pasamos de Guatemala a Guatepeor.
Como muestra de la pereza mercantil y falta de respeto por los demás, estas mineras trasladan el polvo en camiones a través del desierto y por la ciudad. Toda persona que ha visitado el desierto sabe como corre el viento en ese lugar, ¿cómo es posible que estas empresas tan fijadas en los costos no se den cuenta del desperdicio que tienen en este medio de transporte? Porque de ese modo pierden miles de dólares al día, dejándolo depositados en las casas, el mar y los pulmones de los antofagastinos.
Ebenezer Scrooge no perdonaría tal desperdicio y pérdida de rentabilidad. El nivel intelectual de los ejecutivos de estas mineras no alcanza siquiera para avaro de poca monta, no son dignos de un relato de Dickens o de Henry James.
Frente a estas arañas codiciosas, como diría James, se enfrenta mi quijotesco hermano. Lo admiro por eso, porque va más allá del inactivismo digital. Al contrario de todos los acomodados que se conforman con dar un like, o retwitear un hashtag, para después sentirse con la conciencia tranquila y la adrenalina de ser “ciberactivistas”, mi hermano está comprometido con esta causa, que de seguro le debe estar causando más de alguna molestia.
En esta foto está mi hermano parado frente a un camión manifestándose en su estilo. Acompañado de un robot. :)
Así era mi hermano cuando compartíamos un pequeño departamento durante nuestra época de estudiantes, lúdico, alegre. Idealista, pero defendiendo algo bien concreto. Así me gusta verlo ahora, pensando en educar, y sabe que la mejor manera de enseñar es con el ejemplo. Acompañado de seguro de algunos de sus alumnos.
Me gusta verlo de nuevo en su rol de educador, en su estilo que yo llamo “Rogerrabitano”, porque como dice Roger, el conejo: “La risa puede ser algo muy poderoso. Porque, a veces en la vida, es la única arma con la que contamos”.
Un profesor de filosofía, amante de los cómic y que usa el humor en sus clases, junto a un robot, parados frente a un camión tratando de enseñar. Enseñar al codicioso que hay formas mejores de hacer las cosas. Enseñándole a sus conciudadanos que deben despertar y defender su derecho a tener una mejor calidad de vida, y enseñándole a todos que deben dejar la comodidad de retwitear y publicar selfies en Facebook y de una vez por todas deben hacer algo más concreto que clickear.
No soy un fan de este estilo de protesta, yo soy muy distinto a mi hermano. No me convencen las flashmob, o los robots, o el disfrazarse de zombi para protestar.
Pero, ¿les digo algo? Lo más que he hecho es asistir a marchas y meetings políticos en mi juventud. Nunca he organizado una protesta o movimiento, así que no tengo autoridad para criticar, porque aparte de escribir mis ideas, no soy un hombre dado a la acción, esa es la verdad.
Por eso admiro a mi hermano, y me gusta verlo haciendo esto. A mi no me afecta su problema, me afectan otros, pero no hago nada en realidad. Al menos él, ridículo o no, eso que lo juzgue cada cual, está haciendo algo por educar y por defender lo que considera justo. El resto, bueno, el resto sólo nos dedicamos a criticar y clickear.